Para entender lo que a continuación pienso relatar, vamos a retroceder en el tiempo, venid conmigo, viajaremos hasta el año 1988, hasta un instituto de la constelación sacónica, antes del rol, pero no de los cómics. Acerquémonos a una de sus aulas, la de 2ºB, este aula es famosa en todo el instituto, pues tiene un núcleo duro de alumnos. Entre sus muchas "anécdotas" se cuenta que empujaron sin querer a una profesora sustituta escaleras abajo, se dice también que han roto varias veces las persianas, y puertas del aula, y se sabe que se emborracharon hasta el coma en una excursión organizada por el centro. En definitiva, unos angelitos.
Bueno, pues de dicho grupito, destacaban un par de chavales, involucrados directamente en todos los actos arriba mencionados en mayor o menor medida. Sobra mencionar que yo personalmente era miembro de dicha clase, aunque sin pertenecer al susodicho grupo de alumnos problemáticos.
Recuerdo con especial cariño una escena que quedó grabada en mi retina y que espero no olvidar nunca. Tras uno de los descansos entre clases, regresaba yo de comerme uno de los legendarios bocadillos de panceta de la cafetería cuando al entrar en la clase una silla voladora pasó silbando junto a mi oreja, en su defensa diré que no iba dirigida contra mi, sólo me interpuse en su camino entre el otro extremo de la clase y la puerta donde se quedo clavada. Miré a mi alrededor y allí estaban, esos dos "compañeros", uno de ellos llevaba puesto todos los abrigos y cazadoras que había en los percheros del fondo de la clase, si habéis leído bien, se los había puesto todos, unos encima de otros, de manera que parecía un enorme jorobado que apenas podía cerrar los brazos, el otro "elemento" muerto de risa le atizaba con todas sus fuerzas manotazos en la "chepa" provocando la hilaridad del primero, que obviamente ni sentía los golpes. Supongo que en uno de dichos ataques de risa, arrojaron presa de la excitación del momento, la silla por los aires.
-Me encanta esta clase- grité yo al viento, llevándome el último trozo de bocadillo a la boca y sentándome en mi sitio preparado para el próximo espectáculo o clase, ya se vería.
Así como dos orangutanes sacados del "Libro de la Selva" recuerdo a estos tipos.
Pues bien, todo esto viene a colación, porque en mi exilio actual, las instalaciones de una gran corporación de telecomunicaciones, donde la mayoría de la gente es seria, lleva chaqueta, corbata y zapatos, he reconocido a uno de los orangutanes, concretamente al de la chepa. Ahora un tipo formal, que se sienta a la hora del almuerzo con sus compañeras a comer.
Como cambian los cuerpos y lo que es peor, las mentes...
Bueno, pues de dicho grupito, destacaban un par de chavales, involucrados directamente en todos los actos arriba mencionados en mayor o menor medida. Sobra mencionar que yo personalmente era miembro de dicha clase, aunque sin pertenecer al susodicho grupo de alumnos problemáticos.
Recuerdo con especial cariño una escena que quedó grabada en mi retina y que espero no olvidar nunca. Tras uno de los descansos entre clases, regresaba yo de comerme uno de los legendarios bocadillos de panceta de la cafetería cuando al entrar en la clase una silla voladora pasó silbando junto a mi oreja, en su defensa diré que no iba dirigida contra mi, sólo me interpuse en su camino entre el otro extremo de la clase y la puerta donde se quedo clavada. Miré a mi alrededor y allí estaban, esos dos "compañeros", uno de ellos llevaba puesto todos los abrigos y cazadoras que había en los percheros del fondo de la clase, si habéis leído bien, se los había puesto todos, unos encima de otros, de manera que parecía un enorme jorobado que apenas podía cerrar los brazos, el otro "elemento" muerto de risa le atizaba con todas sus fuerzas manotazos en la "chepa" provocando la hilaridad del primero, que obviamente ni sentía los golpes. Supongo que en uno de dichos ataques de risa, arrojaron presa de la excitación del momento, la silla por los aires.
-Me encanta esta clase- grité yo al viento, llevándome el último trozo de bocadillo a la boca y sentándome en mi sitio preparado para el próximo espectáculo o clase, ya se vería.
Así como dos orangutanes sacados del "Libro de la Selva" recuerdo a estos tipos.
Pues bien, todo esto viene a colación, porque en mi exilio actual, las instalaciones de una gran corporación de telecomunicaciones, donde la mayoría de la gente es seria, lleva chaqueta, corbata y zapatos, he reconocido a uno de los orangutanes, concretamente al de la chepa. Ahora un tipo formal, que se sienta a la hora del almuerzo con sus compañeras a comer.
Como cambian los cuerpos y lo que es peor, las mentes...
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